sábado, 29 de enero de 2011

EL ASOMBRO


Sentado en la orilla de la butaca, aplaude muy emocionado con las palmas de las manos totalmente rígidas, como sólo los niños hacen. El telón se levanta y las luces se encienden para dar comienzo a la tan esperada matinée: Mary Poppins, que Pablo con casi 5 años de edad deseaba ver desde que un año atrás, antes de mudarse a la ciudad de Nueva York, su mamá le ponía en video.

No sé qué era más espectacular, la boca abierta y los ojos de asombro del niño al ver las luces, escuchar los acordes de apertura ("Just a Spoon Full of Sugar") que me remontaban a mi propia fascinación en la infancia, verlo admirar la magia de la escenografía de una calle inglesa o atender a la obra en sí.

"¡Se mueven como piezas de lego!", exclamó Pablo, maravillado al ver cómo desde la calle entrábamos mágicamente al interior de una casa. Todos los detalles que a su mamá y a los abuelos nos parecían normales, al niño le admiraban; era la misma sensación que produce ver por primera vez cómo sale un tallo verde de un frijol sumergido en un vaso con algodón mojado.

El asombro, ¡qué prodigio y qué privilegio! Estrenar de nuevo el mundo a través de los sentidos de un niño al que todo le emociona. Lo mismo un bicho que el sabor del chocolate amargo o el color blanco de la nieve. ¿A qué hora los adultos perdimos esta capacidad de gozo, de felicidad? Como si el mundo nos garantizara que estaremos aquí por siempre para disfrutar de él y sus regalos.


Tal como se había anunciado, ese día de enero cayó una fuerte nevada. Con el corazón encogido de saber que muy pronto nos despediríamos de la corta visita, y a pesar del frío gris que congelaba la cara, paseamos por la calle pintada de blanco con Pablo columpiándose de las manos de sus abuelos.

Con los cachetes colorados, caminaba feliz con la boca abierta para sentir la textura y la frialdad de la nieve que registraba por primera vez. Por un instante sentí como si me elevara y observara la escena a distancia. "La vida es bella", nos dijimos los abuelos con un intercambio de miradas, queriendo congelar el momento.

Recordé lo que dicen los maestros de filosofía oriental: la energía sólo tiene dos dimensiones, la horizontal y la vertical. Horizontal es el tiempo ordinario, es la línea en la que nuestra mente viaja al pasado y sueña con el futuro; es el día a día, es quedarnos en el pórtico de la casa sin ir más allá, es vivir dormidos, pendientes sólo de las cosas, del mercado, de la política, del prestigio y demás. Así vivimos la mayoría del tiempo.

En cambio, en la línea vertical, la energía viaja a las profundidades. Sucede en un instante de conciencia. Cuando en un breve momento despertamos y nos quedamos quietos, cuando podemos ver lo extraordinario en lo ordinario. Y cuando las dos líneas convergen se forma una cruz; es ahí, en el centro exacto de la misma, donde se encuentra la eternidad.

¿Cuánta belleza hay en el mundo que, por cotidiana, ya no asombra? La luna, el arte, el teatro, el campo, una manzana roja, meterse en unas sábanas limpias, admirar unas flores naturales sobre la mesa, el olor de un pastel que se hornea en la cocina, el abrazo espontáneo de un niño, o ver cómo Mary Poppins saca muebles de su maleta para acondicionar su cuarto.

La mala noticia es que, si bien nos va y con suerte, sólo contamos con unos 85 años para disfrutarla.


El asombro es despertar, contagiarse de la mirada de un niño y de la filosofía de la Madre Teresa: "Ser felices en el momento es suficiente. Cada momento es todo lo que necesitamos, no más", es lo único requerido para visitar la eternidad.

"¿A qué hora los adultos perdimos esta capacidad de gozo, de felicidad? Como si el mundo nos garantizara que estaremos aquí por siempre para disfrutar de él y sus regalos...".

 Gaby Vargas

sábado, 22 de enero de 2011

MÁS NO ES MÁS


 
El paradigma de "MÁS ES MÁS" nos lleva a pensar en términos generalistas, simplistas y desperdiciadores de recursos.

Los directivos quieren ir sólo tras mercados grandes, aunque ya sean mercados conocidos y perseguidos por todo mundo; buscan sacar productos similares a los de la COMPETENCIA a costa de sacrificar su diferenciación; se obsesionan con la EFICIENCIA (hacer las cosas bien) y no cuestionan la eficacia (hacer las cosas correctas); persiguen ECONOMÍAS DE ESCALA, pero se preocupan poco por la relevancia que esto pueda tener para su mercado meta.

Esta mentalidad incrementalista es producto de una Era industrial que se dispara a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, donde la oferta era menor que la demanda y el reto era básicamente producir. Ante esta escasez, cualquier tipo de producto era rápidamente absorbido por un mercado hambriento.

El ejemplo más ilustrativo sigue siendo el de Henry Ford, que básicamente fabricaba el modelo "T", en un solo color, negro, para un solo tipo de mercado, con una sola línea de producción.

Los conceptos de lo que se conoce como la ADMINISTRACIÓN CIENTÍFICA ratificaban los beneficios de las Economías De Escala y la idea de la CURVA DE APRENDIZAJE (promovida por el Henderson del Boston Consulting Group) era asimilada por el statu quo.

Por si fuera poco, la CADENA DE VALOR de Michael Porter, funcional, de izquierda a derecha, y conceptualizada bajo el marco mental manufacturero, ignoraba por completo al cliente.

Lo que viene acabando de amarrar el concepto de más es más es la televisión. La falta de medios alternativos y la homogeneización del mercado de aquellos tiempos permitían el bombardeo masivo a una audiencia cautiva.


Pero el mundo cambió

Los mercados ahora son más sofisticados, fragmentados y demandan un enfoque multisegmento.

Las ECONOMÍAS DE ESCALA ya no son entonces ventajas competitivas y probablemente todo lo contrario: eliminan flexibilidad, fomentan el pensamiento de adentro para afuera y son incluso opuestas a lo que demandan los procesos de innovación: un ineficiente ejercicio de prueba y error.

Para ECONOMÍAS DE ESCALA está China, la gran maquiladora del mundo. Se acabó el sueño del industrial monoproducto y ahora EL NOMBRE DEL JUEGO ES FLEXIBILIDAD. El valor migra hacia las economías de flexibilidad, donde el reto es poder ofrecer más variedad sin dejar de SER EFICIENTE.

El mito de los grandes tirajes de producción ya se rompió en industrias "pesadas" como la del acero, a partir de los mini-mills, y no se diga en negocios digitales como Amazon, que para efectos prácticos ofrece todos los libros del mundo, con bajos inventarios e integrando otros oferentes, por evento.

La misma industria automotriz está inmersa en cambios. Hace una década Volkswagen se enfocó en homologar las plataformas de producción donde: el nuevo "escarabajo" Beetle, el Jetta, el Golf, el Audi A4, el Skoda Octavia, el Seat Toledo, y el Audi TT comparten la misma plataforma automovilística. De 17 plataformas completas y diferentes, las redujeron a sólo cuatro o cinco.

Y los nuevos competidores son esencialmente integradores y lo subcontratan todo, EXCEPTO EL DISEÑO Y LA MARCA. En estos momentos nacen Fisker Motors, Tesla Motors, Carbon Motors y Bright Automotive, entre otras, CUYA FORTALEZA CENTRAL ES LA FLEXIBILIDAD Y SU ENFOQUE AL MERCADO.

La empresa que sea capaz de detectar NUEVOS NICHOS y hacer ECONOMÍAS DE ESCALA, dentro de LAS ECONOMÍAS DE LA FLEXIBILIDAD, llevará las de ganarlas todas.

  

sábado, 15 de enero de 2011

HABLEMOS DE LOS MIEDOS (PARTE FINAL)



El miedo paraliza, impide el desarrollo, la libertad, el disfrute de la vida y los derechos.

Sí, las emociones juegan una parte importante en nuestra vida, y el miedo es una de ellas. Cuando sentimos miedo, nuestro cuerpo genera químicos como la adrenalina y el cortisol (la hormona del estrés), que viajan por el torrente sanguíneo y producen reacciones como tensión de los músculos, aceleramiento del ritmo cardiaco, elevación de la presión sanguínea, dilatación de las pupilas y aumento de la sudoración, entre otras.

Sin embargo, el miedo también se puede experimentar como una sensación intensa de ansiedad en el pecho, angustia o aprensión, que pueden llegar a ser constantes. Cuando la persona entra en contacto con este miedo, puede volverse muy frágil y vulnerable.

Su mente se dispara e imagina lo peor que podría suceder, o disfraza su temor con una actitud retadora o agresiva, sin que esto se justifique a ojos de los demás. En fin, el miedo puede encontrar diversas salidas; incluso puede causar actitudes de rigidez y frialdad o cerrazón en el pensar y el vivir.

Es más, la salud mental y emocional es directamente proporcional a la expresión de lo que pienso, opino o de lo que difiero. Si el miedo me atrapa, me vuelvo una persona criticona, negativa y que posterga decisiones y permite que otros decidan por ella. O bien, llevado al extremo, me sume en la inactividad o me hace somatizarlo.

Ahora nos toca ver cuál es, de acuerdo con Roberto Pérez, el "dragón del miedo" en la primera etapa de la edad adulta.

El miedo entre los 21 y los 28 años. La continuidad.

 A esta edad, lo que las personas no recibieron de la educación de sus papás, les tocará construirlo o descubrirlo por ellas mismas.

En esta etapa, a los jóvenes les entra una crisis muy fuerte. Sienten que todo compromiso que adquieren, cualquier cosa con la que se involucran, implica la pérdida de su libertad. Les da miedo dejar de ser libres, comprometerse, verse atados a una rutina.

Es común que en los estudios les dé el síndrome del tercer año ("No sé si mi profesión me convence") y cambien de carrera, facultad e incluso de universidad. Este miedo afecta también sus relaciones amorosas; quizá después de varios años de novios y con fecha de boda establecida, decidan inexplicablemente cortar el compromiso con su pareja.

El elemento natural que ayuda a disolver este miedo es la tierra. Ella nos enseña que la creatividad es posible. Que no todo es invierno y verano; que ninguna estación es igual a la anterior. ¡Y mira que da sorpresas!

Nada más rutinario que un amanecer; sin embargo, cada uno es milagroso y sorprendente. Está en cada quien lograr que la vida no sea rutinaria.

Así que en esta etapa conviene, con mochila al hombro, descubrir otras tierras, otros territorios; salir del asfalto, de lo artificial y caminar descalzo por diversas texturas: piedras, arena, lodo, que perfilarán y enriquecerán la vida.

"La creatividad no es hacer cosas extraordinarias, es hacer en forma extraordinaria las cosas ordinarias de la vida", nos dice Pérez. "Que lo mejor de mí se exprese en lo que hago, y que eso que me hago, me haga feliz".

Vaya reto, a cualquier edad...

Lo que los jóvenes en esa etapa tienen que descubrir es que está en ellos crear su vida, que no sólo lo económico es importante. Necesitan un valor creativo que le dé sentido a su vida. Considero que, si esto se logra, lo demás vendrá solo.

"El miedo también se puede experimentar como una sensación intensa de ansiedad en el pecho, angustia o aprensión, que pueden llegar a ser constantes".

 Hablemos de los miedos... (5)

¡Uf, qué alivio! Al menos esto que siento (inquietud, inseguridad, confusión) ¡tiene un nombre! Eso pensé cuando supe a qué se debían esos sentimientos, al mismo tiempo que me cuestionaba el sentido de mi vida, mi trabajo y demás. Una pesadilla.

Esto lo viví después de que le platiqué a Pablo, mi esposo, cómo me sentía y me dijo: "Lo que tienes se llama crisis de los 40"... Después de investigar me enteré de que es algo de lo que nadie se salva. Sus síntomas aparecen muy sutilmente a los 28 años y se declaran francamente alrededor de los 42, el mediodía de la vida.

Al acercarnos al cumplimiento de las décadas, no importa si se trata de cumplir 30, 40, 50, 60, 70 u 80 años. El cuerpo nos avisa de distintas maneras que, ahora sí, ya empezamos a dejar de ser jóvenes (o tan jóvenes), aunque generalmente el concepto que tenemos de nosotros mismos no está de acuerdo con esos indicios, por lo que nos enfrentamos a una serie de cuestionamientos.

Es por eso que no es de extrañar que en esta etapa nos encontremos con uno de los "dragones más grandes del miedo", como llama Roberto Pérez, quien basó sus conclusiones en el estudio de diversas culturas y filosofías, a los temores que enfrentamos en la vida.

El miedo de esta fase es a la pérdida: perder habilidades, atractivo, juventud o hasta la vida; así como estabilidad económica y profesional (ya no somos el joven con una vida por delante, y eso nos provoca un gran temor).

Entender esta transición nos ayudará a cambiar el pensamiento: "Algo está mal conmigo" por "Lo que siento es un proceso de transformación natural".

El miedo entre los 28 y los 42 años. El miedo a la pérdida


Hombres y mujeres enfrentamos este miedo de diferentes maneras, y cada persona lo vive en su momento.

El hombre siente que ya no es el mismo de antes. Surge el miedo a perder su tiempo, su virilidad, su energía. Se resiste a darse cuenta de que el pelo se adelgaza y la cintura se ensancha. Se vuelve más irritable. Su esposa le parece quisquillosa, gruñona, controladora y ¡llena de mañas!

Aparece una crisis de identidad que busca resolver a través del ejercicio, se inscribe a maratones o se vuelve un iron man. De lo que huye es de la vejez. O bien, busca un coche deportivo, fantasea románticamente con terceras personas (más jóvenes), creyendo que le van a proporcionar una vida distinta.

La mujer se mira al espejo y se siente incómoda: "Ya no soy tan joven como antes". Se da cuenta de que su cuerpo ha cambiado y comienza a sentirse invisible a la mirada de los hombres. La cirugía plástica ya no le parece tan descabellada. Se enfrenta a la "pérdida" de su maternidad. Muchas mujeres identificadas con ese papel, no saben qué hacer con ellas mismas cuando se acercan a los 42 años. Se aferran a sus hijos para sentirse seguras, se resisten a ver la realidad de que ya no las necesitan.

Para quitarnos este miedo, la sociedad de consumo nos grita: "compra más", "una cirugía es la solución", "ten más relaciones sexuales". Pero estas cosas no son más que espejismos en la carretera.

El elemento natural que sana en esta etapa es la luz. Se recomienda tener contacto con el sol para iluminar la vida interior, la conciencia, más allá de la mente, del ego y sus complicaciones.

Afianzarte en lo que eres para tener claridad, para "ponerle sol a la propia edad", como dice Pérez. Darle tiempo a la soledad, a la introspección y sentir la protección, la calidez de la luz en el cuerpo y escuchar lo que éste nos dice.

"El miedo de esta fase es a la pérdida: perder habilidades, atractivo, juventud o la vida; así como estabilidad económica y profesional".

Hablemos de los miedos... (6 y última)

Cuando me despedí de mi padre a su muerte, a los 84 años, me di cuenta de lo cierto que es aquello de que hay gente que dura y otra que madura.

Es un hecho que la persona que sólo dura, sufre. De manera automática vive aferrada al pasado, se resiste a lo inevitable de la vida: envejecer. Le es difícil aceptar que, a partir de cierto momento, se quiera o no, comienza el regreso a casa. Lo cual no es igual en la persona madura.

Los miedos a los que nos enfrentamos en la segunda mitad de la vida espejean a los de la primera. De cómo hayamos superado aquéllos dependerá el grado de madurez con el que viviremos esta nueva etapa. Considerando lo anterior, veamos: El miedo entre los 42 y los 49 años vuelve a ser a la continuidad. Si la persona trabajó su interior y supo vivir, querrá compartir y transmitir lo aprendido. Se sentirá muy bien; buscará la creatividad, tendrá ese espíritu rejuvenecedor. Amará, será entusiasta, la vida no le alcanzará para hacer todo lo planeado; buscará un ideal. De lo contrario, su vida será rutinaria y esperará tener un recreíto, un viajecito para sentirse bien; quedará encerrada en el poseer, el tener y no en el ser.

El miedo entre los 49 y los 56 años es de nuevo al cambio. La persona teme a la menopausia, a la andropausia; se da cuenta de que tiene que atender su cuerpo. Todas sus relaciones cambian: aparece el síndrome del nido vacío, cuando los hijos se van. Entonces la situación con su pareja se fortalece o se deteriora al encararse con la realidad. Y ni qué decir del aspecto laboral. El vínculo con los padres también cambia, llega el momento de ver por ellos. Si es una persona madura, se preguntará: "¿Cómo puedo servir?". Encontrará seguridad en su interior y en sus afectos. Si no, vivirá criticando todo y a todos. Buscará la seguridad en las cosas materiales, o en procedimientos como la cirugía plástica.

El miedo de los 56-63 años vuelve a ser a la cercanía. La persona tiene miedo a que le causen daño a ella o a sus hijos y nietos. Si no aprendió a vivir, se encerrará más, cuidando sus posesiones. En esta etapa aumentan los candados en la puerta, todo le molesta; se vuelve dependiente. Si es una persona madura, será autónoma, querrá sentirse útil, aportar a la sociedad de alguna manera, involucrarse en algún proyecto público o altruista; trabajará solidariamente.

El miedo de los 63-70 vuelve a ser como el del recién nacido: al abandono. La persona teme que la ignoren o la dejen un lado; piensa que ya no es imprescindible, que nadie la necesita. Si no supo vivir, reclamará en el papel de víctima la presencia de sus seres queridos. Si es madura, se ganará dicha presencia con gestos, nunca será invasiva, sabrá estar consigo misma.

El miedo de los 70-84. A esta edad aparece de nuevo el miedo a la pérdida, a la muerte, en especial la de su pareja. Entonces sí tendrá la certeza de que algo se acaba. Si la persona supo vivir, será un ser agradecido, sonriente, que iluminará la vida de todos con su ejemplo, vivencias, entusiasmo por aprender y por ser; verá a la muerte como un paso, un viaje hacia otra luz. Si no supo, vivirá encerrada, aferrada a su pasado, a la herencia, a sus posesiones, a lo acumulado. Lo primero que verá por las mañanas son las esquelas del periódico y sólo hablará de la muerte.

Durante el transcurso de la vida, todos, inexorablemente, pasaremos por estos distintos "dragones del miedo". Conocer estas pequeñas verdades, mostradas por la investigación de Roberto Pérez, nos ayuda a darnos cuenta de las cosas que tenemos que cambiar para que, cuando llegue el día en que los nietos nos abran la puerta, reciban a alguien tan lleno de luz y sabiduría que resulte un faro para los demás e ilumine a todos a su paso.

"Los miedos a los que nos enfrentamos en la segunda mitad de la vida espejean a los de la primera. De cómo hayamos superado aquéllos dependerá el grandote madurez con el que viviremos esta nueva etapa".

www.gabyvargas.com
 

sábado, 8 de enero de 2011

HABLEMOS DE LOS MIEDOS



 ¿Quién no ha sentido miedo? Nadie, todos lo hemos sentido alguna vez. Sin embargo, suele ser un tema del que no se habla.

El miedo solemos disfrazarlo, reprimirlo o evadirlo; aunque, de hecho, sentir miedo es bueno en la medida en que nos auto protege y nos alerta del peligro. Podríamos compararlo con un abrazo: si me envuelve con amor y delicadeza es positivo; en cambio, es negativo si me aprieta, me asfixia y cancela todas mis posibilidades de crecimiento profesional, personal y familiar.

La buena calidad de vida no consiste en no tener miedos sino en entenderlos para controlarlos.

Es importante saber que el miedo se genera en una pequeñísima parte del cerebro, del tamaño de una almendra, llamada "amígdala". Lo increíble es que 90 por ciento de los miedos ¡no son reales!, son imaginarios; a pesar de ello, nos producen el mismo desgaste físico y emocional. Para vencerlos debemos enfrentar algo en el interior, no en el exterior, y conquistarnos a nosotros mismos.

De acuerdo con Roberto Pérez y su estudio de las culturas antiguas, los seres humanos desde el momento de nacer y en cada etapa de la vida, pasamos por lo que él llamó "los distintos dragones del miedo". Cada uno de estos estadios tiene características singulares, así como caminos que nos ayudan a superarlos, soluciones que Pérez rescató de diferentes creencias y filosofías.

En las siguientes entregas hablaremos de dichos miedos, los cuales periódicamente sustituimos por otros en lapsos de siete años.

Lo anterior se debe a que en nuestro cuerpo experimentamos cambios hormonales, endocrinológicos y energéticos que, como el peralte de una escalera, nos invitan a revisar nuestra vida: "¿Hacia dónde voy?", "¿Dónde estoy parado?", "¿Qué me detiene?" Y me ofrece la oportunidad, ya sea de crecer y de ser mejor persona, o bien de ignorarlo o reprimirlo.

Si acaso decido hacer lo último, la presión aumentará y se hará más evidente al enfrentarme al miedo que corresponde a la siguiente etapa.

Lo interesante es que los miedos de la primera mitad de la vida, se espejean en los de la segunda. Razón por la cual, por ejemplo, los abuelos se identifican mucho con sus nietos.

Veamos:

0-7 años: el miedo a la distancia.

Al nacer, el bebé se desprende de su madre y siente que se muere, por lo que en su conciencia queda una huella anímica. De ahí que su miedo sea a quedarse solo, a que sus papás se vayan y no regresen. Y el miedo se agiganta si, por ejemplo, se muere su abuelito, su mascota, o ve que sus papás se pelean o se separan.

Lo que ayuda a enfrentar esa etapa es la presencia cualitativa y cuantitativa de sus papás. Un niño que no tuvo la presencia adecuada, la reclamará cuando sea grande. Y como en la película The Mission, recogerá la primera piedra que cargará en el costal de su vida: el abandono. Por esta razón, si hay una separación de los padres, es importante darle al niño toda la "presencia emocional" de ambos para que el miedo no lo conquiste. Asimismo es importante dialogar con él, escucharlo, así como ponerle límites muy claros en cuanto a su disciplina. Eso le da seguridad.

El elemento natural que ayuda en esta etapa es el agua. El recuerdo del líquido amniótico es sanador. Es por eso que a los niños o personas que están ancladas a esta fase les encanta quedarse en la tina, pisar los charcos, jugar con la manguera. De hecho, nuestro niño interior todavía lo recuerda. Y también es por eso que darnos un buen baño cuando nos sentimos mal, nos hace tanto bien.

"La buena calidad de vida no consiste en no tener miedos sino en entenderlos para controlarlos".

HABLEMOS DE LOS MIEDOS (2)

Es increíble cómo un bebé ilumina una casa a su llegada. Una criaturita de escasos 55 centímetros es capaz de alumbrar la vida de todos. Y es que al nacer poseemos esa luz interior semejante a un faro. Sólo que poco a poco, al crecer, ciertas cosas opacan el cristal que protege ese resplandor: el estrés, las emociones negativas y los miedos.

Como platicamos la semana pasada, para poder desarrollarnos, nuestro reto es conquistar a los "dragones del miedo", como los llama Roberto Pérez, asociados a cada etapa de la vida.

Para un niño, las causas de los miedos, aunque fantasiosas, son amenazas verdaderas; frente a eso, los papás con frecuencia batallamos al tratar de convencerlo de que eso a lo que le teme, no existe, no es real.

Pero, para comprender mejor este conflicto, a continuación comparto contigo el segundo miedo a los que los niños se enfrentan.

 De los 7 a los 14 años: El miedo a la cercanía

En esta etapa el dragón a conquistar se presenta como miedo a los otros. El niño o la niña temen que otros los rechacen, que no lo escojan para formar los equipos de futbol, que le hagan daño o se burlen de él. Asimismo, se vuelve más sensible a que en la escuela no lo incorporen a un grupo determinado de compañeritos, y en especial le teme a ser el blanco de la burla.

La burla daña tanto al burlado como al que realiza la ofensa. Sería bueno que, en esta etapa, cada niño pegara en su cuarto un letrero que dijera: "No hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran".

Notamos que a sus 7 años empieza a actuar diferente, a sentirse raro, a hablar como un niño más pequeño, a hacerse pipí en la cama (circunstancias ya superadas); le teme a la oscuridad en el cuarto, por lo que pide le dejes prendida la luz del pasillo o del baño.

También en esta etapa empiezan las grandes fantasías; en su mente, ellos luchan y le ganan a todos, y ellas se vuelven princesas o hadas.

El dragón del miedo se agiganta si ve algún tipo de violencia en su casa, alguien le pega o daña a sus papás. De la misma manera, si alguien abusa de él de alguna forma, por ejemplo, sexualmente.

Si esto sucede y el niño no lo habla, no lo resuelve bien, y los papás asumen una actitud de "aquí no pasó nada", la vida del niño puede quedar destruida. En un caso así, es importante hablar las cosas, darle la sensación de sentirse escuchado y apoyado. Y, claro, buscar asesoría.

En este periodo, los papás deben darle autonomía. Es decir, proporcionarle al niño seguridad a través de la cercanía y el acompañamiento; pero, al mismo tiempo, procurar que sientan que es él quien tiene que enfrentar las situaciones. Por ejemplo, si el niño se sube a un árbol, es mejor observarlo a distancia, de tal forma que se dé cuenta, para transmitirle confianza y darle autonomía.

De otra manera, cuando movidos por el amor de padres lo sobreprotegemos, el día que cualquiera de los dos no esté, no sabrá cómo responder. Lo hacemos un niño débil y vulnerable.

El elemento natural que le ayuda en esta etapa es el fuego. Es por eso que a esa edad le encantan las fogatas, los cerillos, prender la chimenea, las velas (los campamentos se vuelven inolvidables).

Por primera vez, descubre en el fuego una expresión de su propio ser interior. Por lo que este elemento se vuelve más que recreativo, educativo.

Es recomendable organizarse con otras familias e ir a acampar, hacer fogatas, prender la chimenea entre amigos; estas actividades estimulan la conversación, la convivencia y el sentido de pertenencia tan importante a esta edad.

"El dragón del miedo se agiganta si ve algún tipo de violencia en su casa, alguien le pega o daña a sus papás. De la misma manera, si alguien abusa de él de alguna forma, por ejemplo, sexualmente".

HABLEMOS DE LOS MIEDOS... (3)

¡Ay, la adolescencia! Un día nuestro pequeño hijo se levanta de la cama y se encuentra con que todo su mundo cambió: sus papás, sus hermanos, sus maestros y hasta su cuarto. Ya no se identifica con la decoración que otrora le ilusionaba, ni se divierte con las mismas cosas que antes. Ya creció.

Y como el cruzar de un lado al otro del río, ese niño grande, tendrá que pasar por las nada fáciles aguas turbulentas para así llegar a la adolescencia. Mismas que serán: frías, fuertes, cambiantes, divertidas y riesgosas.

Sin embargo, los cambios que en el exterior le asaltaron por sorpresa, no son nada comparados con los que inician también en su interior, a causa de las hormonas. Esto lo hace estar rebelde, sensible y confundido. Asimismo, para los papás comienza también una etapa difícil. Es por eso que saber cuál es el "dragón del miedo", como lo llama Roberto Pérez, al que el joven se enfrenta, nos servirá para comprenderlo mejor y hacer de esta transición, lo más tersa posible para todos.

De los 14 a los 21. El miedo es al cambio. Este miedo lo vive en relación a muchas cosas, pero en especial a cuatro: a su cuerpo, sus emociones, sus papás y al sexo opuesto.

El cuerpo, antes ignorado, ahora se hace notar, todo en él cambia: la voz, el tamaño, el olor, descubre vellito en todos lados. Los pies, brazos, nariz, pechos o quijada les crecen de manera desproporcionada, en fin. De su ropa, nada le queda. El niño lo único que piensa es: "¿Hasta dónde va a parar todo esto?".

En cuanto a sus emociones, no se entiende ni a sí mismo. Se siente incomprendido, se vuelve enojón, poco paciente, contestón. El joven comienza a reafirmarse como individuo, busca su propio espacio, su personalidad, probar las cosas por sí mismo; lo que lo lleva a tomar distancia de sus papás y a sentir grandes inseguridades.

El joven ve en sus papás, -antes sus héroes y ejemplos a seguir-, todos sus errores: "No saben todo, como yo creía; él ya se quedó pelón, ella ya tiene arrugas, y ninguno de los dos tiene idea del mundo actual". La comunicación maravillosa, se acabó; ahora se reduce a monosílabos.

Comienza el despertar sexual, la autoexploración de su cuerpo. El sexo opuesto, antes un ser más en el planeta, ahora le provoca mariposas en el estómago y curiosidad como si de un extraterrestre se tratara.

¿Cómo ayudarlos? Una palabra clave es: seguridad. Como papás, nos toca proporcionarla. Pero ojo, esta palabra es muy engañosa, no significa darles cosas materiales. Significa ser firmes en los valores, estar sólidos, bien plantados, ser congruentes y consistentes entre lo que digo y hago. Que el joven sepa que él puede ir y venir, rebotar, que siempre habrá en su casa quien le diga: puedes contar conmigo. "Antes, solíamos ser los capitanes en su vida, ahora nos toca ser faros de luz, para ser un referente en su vida", comenta Pérez.

La otra palabra clave es: paciencia. "Todo pasa", como me dijo un día mi mamá, -madre de siete hijos- el día que la hablé desesperada al tener tres adolescentes en casa. Nos toca confiar en ellos, en lo que les inculcamos y ven como ejemplo en casa. "Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra", recordemos.

El elemento natural que le ayuda en esta transición es el aire. Contrario a lo que los antros llenos de humo le ofrecen, el aire en espacios abiertos, en especial si practica algún deporte, lo sana. Ir a las montañas, al campo, al mar, le abre el corazón, lo abre a las ideas, a la salud y al contacto consigo mismo.
Continuara…

Gaby Vargas

sábado, 1 de enero de 2011

NAVEGA EN LÍNEA A TRAVÉS DE LA ILUMINACIÓN: LED



  
El inventor John C. Pederson, director general de LVX System, hace una demostración de la forma en que su sistema patentado permite que un sistema de iluminación transmita datos para navegar en línea, en esta fotografía del 22 de noviembre de 2010, en St. Cloud, Minnesota.

El inventor John C. Pederson, director general de LVX System, hace una demostración de la forma en que su sistema patentado permite que un sistema de iluminación transmita datos para navegar en línea, en esta fotografía del 22 de noviembre de 2010, en St. Cloud, Minnesota.


ST. CLOUD, Minnesota, EE.UU.-- La parpadeante iluminación en los techos de algunas oficinas puede ser algo molesto, pero en los edificios municipales de la ciudad de St. Cloud será de hecho un mecanismo para conectarse a Internet.

La iluminación transmitirá datos a computadoras especialmente equipadas en las mesas de las oficinas mediante un parpadeo tan rápido que el ojo humano no puede detectarlo.

Las primeras lámparas de techo, construidas por LVX System, se instalarán el miércoles en seis edificios municipales de esta ciudad de 66.000 habitantes, en los campos nevados del centro de Minnesota.

El sistema LVX coloca a los diodos emisores de luz, también llamados LED, en una lámpara de tamaño estándar. Los diodos transmiten mensajes codificados -en una serie de unos y ceros en el lenguaje de una computadora- a módems especiales en las computadoras.

Una luz del módem responde a la lámpara del techo, donde un sensor recibe la señal de respuesta y transmite los datos a Internet. Las computadoras de las mesas en la oficina no están conectadas a Internet, excepto a través de estas señales de luz, de la misma manera en que un sistema Wi-Fi permite a un usuario conectarse a Internet de forma inalámbrica.

LVX toma su nombre de algunas de las letras de la palabra luz en latín, pero el concepto es más antiguo que la ciudad de Roma: los antiguos griegos se comunicaban, cuando estaban separados por largas distancias, reflejando la luz a través de espejos y escudos. La armada estadounidense usa una versión en código Morse a través de la iluminación.

La primera generación del sistema LVX transmitirá datos a velocidades de tres megabits por segundo, casi tan rápidamente como la línea DSL de una casa.

Mohsen Kavehrad, un profesor de ingeniería eléctrica de la Universidad de Penn State que ha trabajado en tecnología óptica durante 10 años, dijo que el nuevo método podría ser un complemento vital para los actuales sistemas inalámbricos.

Dijo que el espectro de radio normalmente usado para transmisiones de corto alcance, como el Wi-Fi, es utilizado por cada vez más gente, lo que provoca conexiones a Internet más lentas.

"La luz puede ser una forma de salir de ese embrollo", dijo Kavehrad, quien no está involucrado en el proyecto LVX.

Sin embargo, el sistema no es perfecto. Las computadoras y teléfonos de última generación ya funcionan en redes Wi-Fi que son mucho más rápidas que el sistema LVX.

El director de LVX, John Pederson, dijo que un sistema de segunda generación que saldrá al mercado en un año permitirá alcanzar velocidades iguales a las de las redes comerciales de Wi-Fi.

Pero para St. Cloud la capacidad de transmisión de datos es algo secundario. La principal razón por la que pagó una cuota de instalación de 10.000 dólares a LVX es para ahorrar dinero en electricidad más adelante, gracias al poco consumo de los LED.

MINNESOTA (AP) — La parpadeante iluminación en los techos de algunas oficinas puede ser algo molesto, pero en los edificios municipales de la ciudad de St. Cloud será de hecho un mecanismo para conectarse a Internet.

La luminaria transmitirá datos a computadoras especialmente equipadas en las mesas de los departamentos mediante un parpadeo tan rápido que el ojo humano no puede detectarlo.

Las primeras lámparas de techo, construidas por LVX System, se instalarán el miércoles en seis inmuebles municipales de esta ciudad con 66,000 habitantes, ubicada en los campos nevados del centro de Minnesota.

El sistema LVX coloca a los diodos emisores de luz, también llamados LED, en una lámpara de tamaño estándar. Los dispositivos transmiten mensajes codificados -en una serie de unos y ceros en el lenguaje de un ordenador- a módems especiales de los procesadores.

La luz del módem responde a la lámpara del techo, donde el sensor recibe la señal de respuesta y transmite los datos a la Web. Las PC´s de la mesas en la oficina sólo pueden conectarse a la red a través de estas señales de luminosidad, de la misma manera en que un sistema Wi-Fi permite a un usuario entrar a la red de redes de forma inalámbrica.

LVX toma su nombre de algunas de las letras de la palabra luz en latín, pero el concepto es más antiguo que la ciudad de Roma: los antiguos griegos se comunicaban, cuando estaban separados por largas distancias, reflejando la luz a través de espejos y escudos. La armada estadounidense usa una versión en código Morse a través de la luminosidad.

La primera generación del sistema transmitirá datos a velocidades de tres megabits por segundo, casi tan rápidamente como la línea DSL de una casa.

Mohsen Kavehrad, un profesor de ingeniería eléctrica de la Universidad de Penn State que ha trabajado en tecnología óptica durante 10 años, dijo que el nuevo método podría ser un complemento vital para los actuales sistemas inalámbricos.

Dijo que el espectro de radio normalmente usado para transmisiones de corto alcance, como el Wi-Fi, es utilizado cada vez más, lo que provoca conexiones más lentas.

"La luz puede ser una forma de salir de ese embrollo", dijo Kavehrad, quien no está involucrado en el proyecto.

Sin embargo, el sistema no es perfecto. Las computadoras y teléfonos de última generación ya funcionan en redes que son mucho más rápidas que el sistema de St. Cloud.

El director de LVX, John Pederson, dijo que un mecanismo de segunda generación que saldrá al mercado en un año permitirá alcanzar velocidades iguales a las de las redes comerciales inalámbricas.

Para la región de Minessota la capacidad de transmisión de datos es algo secundario. La principal razón por la que los administradores de las oficinas pagaron una cuota de instalación de 10,000 dólares, es para ahorrar dinero en electricidad más adelante, gracias al poco consumo de los LED.