"¡HOLA!", "¿CÓMO ESTÁS?" Y "MUCHO GUSTO" son frases parte del intercambio de miradas, gestos y sonrisas en el que, por instantes, dos personas enviamos y recibimos un flujo de información que va más allá de lo audible o palpable; que, a primera vista, podría parecer trivial y QUE ESTABLECE LA CALIDAD Y EL TONO DE CUALQUIER ENCUENTRO.
Un segundo es suficiente para transmitir 10 mil unidades de información: me caes bien, no tanto, me da gusto verte, no tanto, te admiro, no te admiro y demás. Lo anterior lo hacemos y percibimos de manera consciente e inconsciente.
El caso es que todos sentimos la intención, la energía y casi escuchamos lo que la otra persona piensa. Esta información la reprimimos o la ignoramos, pero la huella queda.
Dentro de este marco notamos que hay tres tipos de saludo:
1. EL MECÁNICO: Es cuando saludamos como un mero trámite, estamos distraídos, muy ocupados, atendemos sin atender, mentalmente nos concentramos en otra cosa, vemos "quién llega", esperando a "alguien más adecuado", "al siguiente".
2. EL DEL EGO: En este, quien intenta brillar es el propio ego; dice "nótame", "ve qué importante o qué amable soy", "qué bien estoy", "qué poseo", "con quién vengo" y demás. Sólo se tienen ojos y oídos para uno mismo.
3. EL DEL ESPÍRITU: Este saludo surge del interior, de la conciencia; en él, la persona está presente, pendiente del otro, va más allá de las apariencias y mira de frente. Sin palabras te transmite "en verdad celebro verte", "te aprecio", "te admiro", "me interesas".
Este último tipo de saludo es un verdadero regalo. ES EL PRESENTE DE ESTAR PRESENTE. Cómo se agradece cuando alguien te saluda así. De inmediato tu ser interno siente la honestidad, la conexión, la apertura y la presencia de fondo. Es así que surge la correspondencia, el aprecio, el agradecimiento, el cariño.
Es el "NAMASTÉ" con el que las personas se saludan en la India. AHÍ EL SALUDO ES UN ARTE SAGRADO. Cuando una persona se encuentra con otra, materialmente se detiene, sonríe, junta las manos a la altura del pecho, la mira profundamente a los ojos y hace una pequeña inclinación al decir "NAMASTÉ" que, en su versión más breve significa: "HONRO LA LUZ DIVINA QUE RESIDE EN TI".
Asimismo, en el centro de África existe un saludo en el que una de las personas en el encuentro dice: "ESTOY AQUÍ PARA SER VISTO", a lo que la otra responde: "Y TE VEO".
Esto contrasta un poco con nuestros "Hola, güey", "Quihubo, ¿qué pex?", "¡Qué onda!", "Qué tal" o "¿Dónde demonios te has metido?".
El hecho es que creo que todos hemos dado tanto como recibido los tres tipos de saludos. Y me pregunto: ¿por qué no intentar estar más presente?
En Un curso de milagros, hay un párrafo para reflexionar que dice: CUANDO CONOCES A ALGUIEN, RECUERDA QUE ES UN ENCUENTRO SAGRADO. Como ves al otro, te verás a ti mismo. Como tratas al otro, te tratarás a ti mismo. Lo que pienses del otro, lo pensarás de ti mismo. Nunca lo olvides, porque en él te encontrarás o te perderás.
Cualquiera que sea la energía que enviamos al saludar a alguien (positiva o negativa) es producto de una decisión previa que hacemos en fracciones de segundo, producto de una intención. Es entonces cuando tenemos la oportunidad de escoger.
¿Por qué de escoger? Porque recibimos lo que damos. ¿Recuerdas esa antigua regla de oro? "TRATA A LOS DEMÁS COMO TE GUSTARÍA QUE TE TRATARAN". Sabemos que la vida es como una misteriosa caja negra, todo lo que lanzas, de alguna manera, tarde o temprano, como un boomerang, regresa.
Demos el presente de estar presentes...
Gaby Vargas