No podía disimular: embobada y sin parpadear escuchaba con gran admiración la narración de su experiencia. ¡Qué personaje! Me llamó la atención lo cómodo que se veía dentro de sí mismo; su porte, su autoestima, su serenidad y sencillez. Cualidades que no se pueden comprar ni simular, y que son el resultado de una vida de congruencia, de arduo trabajo y de heroísmo sin alarde alguno.
Cuando pensamos en héroes, es probable que vengan a la mente personajes de cuento como Superman, de la historia humana como Mahatma Gandhi o del ámbito deportivo como Lance Armstrong. Es común suponer que ese tipo de personalidades surgen en un lejano lugar del mundo, en las películas o en los libros; lo cierto es que están alrededor nuestro, con frecuencia más cerca de lo que pensamos.
A quien me refiero se llama Edgar Serrano Martínez, es ingeniero y maestro. Durante más de 30 años ha practicado un trabajo complejo, muy arriesgado y difícil, que requiere tener un perfil especial, pero, sobre todo, gran control de uno mismo: el buceo de saturación. Lo conocimos en una visita privilegiada que hicimos con un grupo de amigos a una plataforma petrolera del complejo de Cantarell, cerca de Ciudad del Carmen, Campeche. ¡Qué experiencia!
Don Edgar, hombre alto, moreno, erguido, de mirada profunda, se aísla durante 28 días dentro de una cámara de compresión, que a su vez se conecta a una campana presurizada del tamaño de la cabina de un cohete espacial y desciende hasta 150 metros de profundidad.
Ya en el fondo del mar, equipado con escafandra y una manguera que le provee oxígeno y helio, sale de la cabina para trabajar en condiciones extremas: visibilidad nula, aguas heladas, riesgo de que el traje se rasgue; sin contar con los tiburones y otras amenazas que suelen presentarse en esos páramos. Descansa 14 días para volver a descender a lugares recónditos no aptos para la vida humana. Así lo ha hecho toda una vida.
Don Edgar tiene un aura, un halo muy especial. Como si de una manera extraña pudiéramos captar, sin necesidad de palabras, una película transparente que se proyecta detrás de su cuerpo, en la que se observan las horas bajo el mar, los riesgos asumidos, la tenacidad, su pasión por el buceo y la congruencia de vida.
Es de los primeros buzos mexicanos capacitados en estas arduas tareas, ha dedicado su vida a capacitar a otros, a instalar estructuras, a recuperar ductos submarinos, a limpiar líneas profundas que transportan petróleo; además de ser el primero en descender en situaciones de rescate y emergencia.
"¿Qué le ha enseñado el mar don Edgar?", le pregunté.
"Me ha enseñado a conocerme, a ser consciente de mi cuerpo y sus capacidades; esto me ha llevado a descubrir que las sensaciones pueden agudizarse al grado de hacer posible oler con la piel. Cuando estoy en lo profundo del mar, donde casi todo es oscuridad, equipado con la escafandra y el oxígeno que viene del exterior, percibo olores. El olor del petróleo, del fierro oxidado, del tiburón. Sé que es inexplicable, pero lo he vivido. Pero lo más importante es que no importa cual sea la situación allá abajo, sólo puedo salir adelante al tener el control y dominio de mí mismo."
Intrepidez, perseverancia y lealtad son algunas características de los héroes clásicos. Volteemos a nuestro alrededor y encontraremos que "los héroes son personas sencillas que logran grandes cosas, y grandes personas que hacen cosas sencillas" como dice John Walsh. Celebro haber conocido a don Edgar porque personajes como él nos inspira, nos motivan y nos dan esa esperanza que tanta falta nos hace en este mundo de desencanto.
"Los héroes son personas sencillas que logran grandes cosas, y grandes personas que hacen cosas sencillas".
Gaby Vargas