sábado, 16 de junio de 2012

LOS CINCO ARREPENTIMIENTOS



 Fui feliz e hice felices a los demás. Viví lo mejor que pude con lo que la vida me dio. ¿Te imaginas, querido lector, poder decir eso en tus últimos días? Esa sería la verdadera meta a lograr. No hay más.

Llamó mi atención el título del libro, cuya traducción en español sería: "Las Cinco Cosas de las que más se Arrepienten los Moribundos", escrito por Bronnie Ware, una compositora australiana que trabajó años como enfermera en el área de "cuidados paliativos", cuyo trabajo consistía en acompañar a aquellos pacientes terminales que los médicos enviaban a morir a su casa durante sus últimas semanas de vida.

El número de pacientes que atendió le permitió ver que hay una constante en el tipo de reflexiones que las personas se hacen al ver que el fin se acerca. Sirva pues, esta información para disminuir nuestros posibles motivos de arrepentimiento.

1. Me hubiera gustado tener el valor de ser fiel a mí mismo, en lugar de vivir como otros esperaban que lo hiciera.

"¿Por qué permití que otros me gobernaran?". Este reclamo fue el que más escuchó entre sus pacientes. Cuando las personas veían que el término de su vida se acercaba, miraban con claridad y frustración la cantidad de sueños que por temor no realizaron.

La mayoría de sus pacientes ni siquiera había cumplido con la mitad de sus sueños. Grace, una de ellas, le hizo prometer algo que a todos nos vendría bien: "Prométele a esta moribunda mujer que siempre serás fiel a ti misma. Que tendrás el valor de vivir como tú quieras, sin importar lo que otros opinen de ti".

2. Me hubiera gustado no haber trabajado tanto.

"Trabajé tan duro toda mi vida -le comentó John- que heme aquí, soy un moribundo solo. Y lo peor es que lo he sido durante muchos años". La obsesión por trabajar ocasionó rupturas permanentes en su familia. Ware comenta que si bien escuchaba este reclamo en algunas mujeres, todos sus pacientes masculinos lo repetían. Extrañaban profundamente la juventud de sus hijos y la compañía de una pareja de vida.

3. Me hubiera gustado tener el coraje de expresar mis sentimientos.

"Mis hijos no me conocen. Admito que no sé cómo hablar de lo que verdaderamente siento...", comentaba su paciente Jozsef, mientras le escurría una lágrima por la mejilla. Con esta experiencia Ware confirmaba lo común que es reprimir nuestros sentimientos, con el fin de vivir "en paz". Como resultado, terminamos por vivir una vida mediocre, sin aprovechar todo nuestro potencial. La frustración y el resentimiento provocados por vivir así nos enferma.

4. ME HUBIERA GUSTADO TENER MÁS CONTACTO CON MIS AMIGOS.

"La soledad te mata -le comentó Doris-, tengo hambre de contacto físico. Extraño a mis amigas. Cuando eres joven piensas que ellas estarán contigo para siempre, pero la vida te lleva y encuentras que no tienes a nadie que te comprenda o conozca tu historia". Todos extrañan a sus amigos cuando están muriendo, comenta Ware, y se lamentan por no haberles dedicado más tiempo. Al final, el amor y las relaciones es lo único que importa.

5. ME HUBIERA PERMITIDO SER MÁS FELIZ.

Esto es sorpresivamente común. Muchos no se dan cuenta de que la felicidad es una opción, sino hasta el final de sus vidas. "Creo que nunca sentí que merecía ser feliz", le comentó otra de sus pacientes. Ella se había estancado como muchos en patrones y hábitos familiares. En el fondo, todos anhelaban haber reído más y haber vivido de manera más ligera.

Todos vamos a morir, pero mientras tanto, estas reflexiones nos recuerdan que también todos tenemos la opción de decidir cómo hacerlo.

GABY VARGAS

sábado, 9 de junio de 2012

APOSTAR AL TALENTO


ALGO QUE NO HACEMOS EN MÉXICO ES DETECTAR E IMPULSAR EL TALENTO QUE PUEDE DAR RESULTADOS A LARGO PLAZO
 
Si alguien hubiera tenido la fortuna de comprar una acción de Apple en septiembre de 1984, pocos años después de su colocación en Bolsa, hoy tendría una ganancia de 147 veces.

Esto significa un rendimiento de 20 por ciento anual sostenido por más de 27 años... pese a todas las crisis que hubo en esta era.

Y cuando nacía Apple, no parecía nada atractivo. Es conocido el caso de Ronald Wayne, quien iba a ser el tercer socio de Apple, además de Jobs y Wozniak, con un 10 por ciento de la empresa, quien al final se arrepintió de meterle 2 mil 300 dólares a la empresa que nacía... los que hoy valdrían 2 mil millones.

Otros inversionistas le hicieron el feo a esa peculiar firma cuya figura prominente era un hippie irascible y veleidoso.

Hubo otros casos de posibles socios corporativos que despreciaron a Jobs y su equipo, como un puñado de soñadores que no tenían los pies sobre la tierra y que buscaban proyectos irrealizables.

Algunos de los colaboradores entrevistados para escribir la biografía de Jobs de Walter Isaakson señalan que frecuentemente la ingenuidad que tenían fue un factor que les permitió hacer cosas que nunca se habían hecho. "Como nadie nos había dicho que era imposible hacer lo que pretendíamos, pues entonces lo hicimos", cuentan.

Resulta que, a veces, las decisiones que parecen ser estrictamente racionales, como seguramente las tomaron diversos fondos que decidieron no adquirir acciones de Apple hace tres décadas, resultan ser incorrectas.

No hay empresas como Apple que estén apareciendo todos los días. Los empresarios creativos como Steve Jobs no se cosechan en racimo, pero innovadores siempre hay.

De hecho, si volteamos la vista a la era de internet, hay corporaciones como Google, que también nos cambiaron la vida y eso se reflejó en su valor.

En cerca de 8 años y medio, desde que está en bolsa, esta empresa multiplicó su valor en
6.2 veces, lo que significa una ganancia anual para sus accionistas de 21.7 por ciento.

¿Cómo distinguir este potencial? ¿Cuándo podemos tener una certeza razonable de que una pequeña empresa puede despegar y convertirse en una de esas corporaciones que nos cambian la vida? No sabemos realmente.
Es probable que por cada Apple o cada Google haya decenas de firmas que pretendieron despegar y que al final de cuentas ni siquiera subsistieron o se quedaron como pequeñas empresas.

En cualquier economía, la única manera de que surjan este tipo de empresas emergentes es canalizando el espíritu de empresa que existe.

En México, ese espíritu en buena medida se dispersa en las actividades de la economía informal.

Más allá de programas oficiales, no tenemos una cultura en la que se valore la actitud de emprendimiento y, por tanto, no se construyen los respaldos institucionales para fomentarlo.

Ocurre algo así como en la investigación médica: hay que apostar por muchas sustancias para que una entre mil se convierta en un gran medicamento.


Así, sólo cuando se piense realmente que alguna pequeña empresa mexicana puede tener el talento y el potencial de Apple o Google, quizás tendremos la posibilidad de hacer lo que dicen que no puede realizarse.


enrique.quintana@reforma.com

sábado, 2 de junio de 2012

APRENDE A CANALIZAR ADECUADAMENTE TU IRA




 Golpear a un valet parking que se niega a darte un servicio mecánico, bajarte de tu auto en pleno Periférico para insultar a quien pasó antes que tú o hacer un reclamo a cualquiera que te voltea a ver, son actitudes de personas que viven o provienen de un hogar violento, tienen una adicción, son inflexibles respecto a los roles de género o un bajo nivel educativo.

Cualquier persona que ejerce violencia ha aprendido que debe dejar patente quién tiene el control y el poder en cualquier situación, explica Roberto Garda, director de Hombres por la Equidad.

Y agrega que la conducta violenta no es simplemente un enojo incontrolable, sino algo socialmente aprendido que tiene aprobación precisamente en el ámbito social.

De ahí que los hombres se muestren más violentos en ámbitos públicos que las mujeres y que algunas de éstas sólo se atrevan a expresar su poder en su ámbito doméstico violentando generalmente a sus hijos.

La escena de alguien con poder, ya sea de clase, económico o en jerarquía, golpeando o insultando a otro puede ser entre un padre o una madre con un hijo, de un jefe con un empleado, del marido con la esposa o de una señora de casa con algún empleado doméstico, ejemplifica Gómez.

La buena noticia es que estas actitudes se pueden desaprender. Identificar los signos físicos que te llevan a la ira y adoptar algunas estrategias para descargar el enojo sin violentar a alguien son dos de los pasos básicos para dejar de ser una persona violenta.

DE LA IRA A LA VIOLENCIA

Los especialistas aclaran que enojarse es humano; el problema es pasar a la ira, y de ésta, a la violencia.

Además de afectar a otros, esta violencia opera en contra de quien la experimenta y perjudica su salud física y mental.

De acuerdo con Liz Basañez, autora de Y Tus Emociones, ¿Qué Dicen? Aprende a Manejarlas, una de las principales afectaciones de quienes sufren ira son los males cardiacos.

Hay estudios que demuestran que la ira suele ir acompañada de problemas cardiovasculares, pues, al aumentar la presión sanguínea, se incrementa la fuerza con la que fluye la sangre por las arterias, y esto debilita y daña su revestimiento.

Los ácidos grasos y la glucosa se pegan a las paredes dañadas de las arterias, lo que origina una obstrucción y disminución del flujo sanguíneo, causando arteroesclerosis.

Además, quienes actúan violentamente empujados por la ira suelen sentirse avergonzados, culpables o deprimidos por haber actuado con agresividad.

UN PROCESO COMPLEJO

Las personas pueden experimentar diversos grados de enojo, desde una molestia ligera hasta una ira que puede terminar en violencia.

Las personas que suelen enojarse con frecuencia creen que el enojo es el mecanismo de acción para eliminar los estímulos dolorosos o incómodos y no son capaces de manejar su frustración, precisa Basañez.

Cuando las personas experimentan ira actúa la parte más primitiva del cerebro, por lo tanto sólo obedecen a sus impulsos, explica Gómez.

Después, al darse cuenta de su enojo, en segundos, reflexionan qué hacer con él: si pararlo o atacar.

Por su parte, Garda indica que al enojarse se activan varios dispositivos: los cognitivos -es decir, el agresor justifica su violencia diciéndose que la víctima lo merecía por no haber hecho lo que esperaba-, los corporales -que se manifiestan físicamente y que alistan al organismo para el combate- y los conductuales -toda acción que produzca un daño-.

CÓMO SE VE EL ENOJO

De acuerdo con Liz Basañez, autora de "Y Tus Emociones, ¿Qué Dicen? Aprende a Manejarlas", el enojo tiene varias funciones:


1 Se frunce el ceño, se tensan los músculos: manos, cara, hombros...

2 La respiración es más rápida. El corazón se acelera.

3 Se presenta un enrojecimiento facial. Se manifiesta una sensación de calor y enrojecimiento de la cara porque los vasos sanguíneos periféricos se dilatan.

4 Se bombea más sangre y la presión sanguínea se incrementa.

5 Hay más tensión muscular, especialmente en los brazos: por eso se tiende a cerrar los puños. Se tienen movimientos firmes.


SU FUNCIÓN

· El enojo es una respuesta natural que prepara al cuerpo y a la mente para la acción cuando las personas consideran que algo las agrede o pasa por encima de sus derechos.

· Es un mensajero que dice que es necesario poner límites ante abusos o agresiones. Ayuda a triunfar sobre enemigos, a sobrevivir.

· La indignación generada ante el enojo es un motor necesario para luchar contra situaciones que las personas consideran como injustas.


 ¿CÓMO ACTUAR?

· Reconocer tus emociones y expresarlas clara y directamente.

· Decirle a la otra persona lo que piensas y sientes con respeto.

· Expresarte en primera persona.

· Poner límites con respeto.

· Reconocer las emociones del otro.

· Manifestar tus emociones tomando en cuenta el contexto.

LO QUE NO DEBES HACER

· Decir lo primero que te viene a la cabeza.

· Decirle a la otra persona lo que no te gustó criticándola, responsabilizándola por lo que sientes o etiquetándola.

· Estar centrado sólo en tus emociones.

· Guardarte el enojo y desahogarte después.

· Acusar innecesariamente.

· Reprochar.

· Buscar culpables sin asumir tu responsabilidad.